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25 Jun

Un safari de sesgos y heurísticos a lo largo del confinamiento

Por Rosa Ortí. Socióloga y politóloga. Miembro del equipo de Experiencia de Cliente en everis. Especialista en Economía de la Conducta.

Bienvenido/a a este safari de fenómenos sociales. Hoy recorreremos brevemente esta situación tan anómala que nos está tocando vivir: la pandemia del COVID-19. Nuestro objetivo es avistar sesgos, heurísticos y otro tipo de mecanismos que afectan (y a menudo determinan) nuestra conducta.

El primer fenómeno que observamos es la sobrecarga cognitiva causado por el creciente número de publicaciones sobre el tema: telediarios, informes, estudios, reportajes… Cada una de ellas, pone el foco en un aspecto concreto: desde la evolución de las cifras día a día, pasando impacto económico en algún sector, hasta las consecuencias emocionales del confinamiento sobre las parejas. Por supuesto, también se han hecho varios análisis desde la perspectiva de la Economía de la Conducta, algunos de los cuales han sido bastante críticos con la propia disciplina (por ejemplo, éste).

Sabemos que todo esto responde a un impulso natural: queremos (¡necesitamos!) entender lo que está pasando. Pero, ¿qué ocurre cuando lo que oímos, leemos o vemos no nos gusta?

Aprovecho para recomendar este otro artículo que habla sobre la relación entre la inteligencia y la capacidad para soportar la incertidumbre. En él, también se descubre otro sesgo: el de confirmación. Básicamente, consiste en buscar aquellas evidencias (o interpretarlas de tal modo) que confirman nuestras hipótesis. De nuevo, se trata de un mecanismo psicológico muy humano y muy común: todos nosotros tendemos a leer los periódicos más próximos a nuestra posición política y valoramos mejor a los tertulianos de la televisión que comparten nuestras opiniones. Como dice mi abuela: “este médico es bueno porque me acierta”[1].

Otro elemento que nos ha acompañado durante el confinamiento es el sesgo de optimismo. Por un lado, muchos de nosotros pensábamos que no nos iba a tocar: “Hay una pandemia, sí, pero seguro que yo me libro”. Este tipo de mecanismo es el que nos lleva a cometer irresponsabilidades como las que hemos visto tantas veces en prensa: fiestas clandestinas, macro-botellones, procesiones ilegales… Pero también está detrás de aquellas pequeñas imprudencias que han pasado desapercibidas, como quedar con una amiga en la sección de congelados del supermercado, o sincronizar los paseos de la fase 1 para “coincidir casualmente” con la familia.

Así llegamos al llamado gap intención-acción, que estuvo muy presente durante las primeras semanas del Estado de Alarma: estábamos convencidos de que no íbamos a engordar y de que aprovecharíamos esas semanas para leer varios libros, aprender a pintar y sacarnos el B2 de inglés. Pero este fenómeno tampoco es nuevo. De hecho, es el motivo por el cual los gimnasios se llenaban en enero (y se vaciaban en marzo): las personas sobrestimamos nuestras propias capacidades, pensando que somos más racionales de lo que realmente somos o que tenemos más fuerza de voluntad de la que realmente tenemos.

Por este motivo, en el estudio que lanzamos desde el equipo de Customer de everis Business consulting[2], hemos intentado evitar este último sesgo. Nuestra estrategia consistió en preguntar por las cosas que la ciudadanía hizo por primera vez durante el confinamiento (videollamadas con la familia o amigos, ejercicio en casa, compras online al supermercado…). De este modo, intentábamos acercar las respuestas lo máximo posible a los hechos recientes y evitar distorsiones de la memoria y especulaciones a futuro. Gracias a nuestro colaborador en temas de investigación, ASU Fieldwork, pudimos encuestar telefónicamente a 400 personas en todo el país. Las principales conclusiones se pueden encontrar aquí y, como se puede observar, conseguimos nuestro objetivo de evitar ciertos sesgos.

Sin embargo, hubo una excepción: la deseabilidad social ligada a la limpieza profunda del hogar. Según los participantes en el estudio, el 62% de ellos ha limpiado en profundidad su casa por primera vez durante el confinamiento. Hasta aquí nada sospechoso en un momento en el que las autoridades, la publicidad y nuestros allegados insistían en la enorme importancia de la higiene. Sin embargo, el 40% de la muestra total afirmaba que seguiría limpiando en profundidad cuando acabe esta situación, consolidando así un nuevo hábito. ¿Cuántos de ellos seguirán haciéndolo ahora, en fase 2?

Podríamos continuar con este safari en busca de heurísticos y sesgos a nuestro alrededor, pero preferimos dejarlo en manos del intrépido lector-explorador. Os animamos a compartir con nosotros qué otros fenómenos y mecanismos enmarcados en Behavioral Economics habéis detectado durante estos últimos meses y os recordamos que, el simple hecho de conocerlos y detectarlos, ya nos convierte en ciudadanos, consumidores y trabajadores más conscientes.


[1] Mi abuela es una persona muy inteligente, a la que quiero y admiro mucho, pero no ha estudiado medicina.

[2] Así tenemos una excusa para mencionar el heurístico social proof o prueba social también conocido como “no íbamos a ser los únicos que no hacían un estudio”.

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