¿Qué puede aportar la Ciencia del Comportamiento al desarrollo de las vocaciones científicas y tecnológicas femeninas?

Oscar Martínez Aceña
Servicios y Salud Financiera
Hace algo más de 25 años tenía que decidir qué grado
universitario estudiar y por aquel entonces ya oía comentarios del estilo:
“Mejor estudiar algo científico que tiene mayores posibilidades de empleo y mejores salarios”.
“Las chicas suelen ser más aplicadas y sacan mayor provecho y mejores notas en sus estudios universitarios”
“Fijaros en Marie Curie que siendo mujer revolucionó el campo de la física y la química”.
Pasado
un cuarto de siglo hemos avanzado muchísimo, pero las acciones para fomentar
las vocaciones científicas femeninas me parecen muy similares a las de entonces,
aunque ahora se aplican con mayor intensidad y además por medios digitales.
Básicamente, continuamos apelando a la racionalidad de las candidatas a
convertirse en científicas sin pararnos a pensar que quizás eso no sea
suficiente. ¿Acaso no sabemos todos que deberíamos dormir al menos 7 horas
diarias, llevar una dieta equilibrada y hacer ejercicio la mayoría de los días?
¿Y con qué frecuencia nos saltamos estos preceptos? Al menos en mi caso, mucho
más de lo que me debería. El conocimiento sobre lo que es bueno o malo para mí
no es el problema, pero sí lo son el entorno en el que me encuentro en cada
momento, mi estado anímico en cada momento, la “costumbres”, … En consecuencia,
para conseguir una vida más saludable no me falta más información, ni que me
recuerden la teoría periódicamente, sino un “empujoncito” o “nudge” que me
ayude a superar las dificultades que mi entorno y mi condición de ser humano y
no ser 100% racional me generan a diario.
Este razonamiento, sobre la necesidad de ayudar con “empujoncitos” o “nudges” no es nuevo y ya en marzo de 2014 la OCDE publicaba una recopilación de iniciativas que algunas universidades estaban llevando a cabo en los últimos años para conseguir más vocaciones científicas y tecnológicas femeninas. Si tienes unos minutos para leer el breve documento verás que en muchas ocasiones las iniciativas se basan en profundizar en la estrategia de ofrecer más información, pero en algunos casos se ataca el problema desde ángulos innovadores y que tienen mayor relación con el comportamiento de las personas y con el proceso por el que tomamos la decisión de los estudios que vamos a realizar.
Considero
realmente interesante la aproximación de la RMIT University (The Royal
Melbourne Institute of Technology) que analiza el tipo de marketing que debe
llevarse a cabo para promover las vocaciones científicas entre chicos y chicas
y concluye que estas acciones deberían ser muy distintas y no homogéneas como
sucede habitualmente en la actualidad ya que la influencia del entorno familiar
y los medios no es uniforme por géneros. En concreto, las chicas buscan más
influencias en el entorno familiar mientras que los chicos son más propensos a
seguir las indicaciones ofrecidas por los medios, precisamente lo que estamos
potenciando en la actualidad y que podría llegar a ser contraproducente para
conseguir el objetivo deseado.
Del
caso anterior se deduce que para conseguir el cambio no es suficiente con realizar
acciones que nos parezcan racionales para que el público objetivo adopte
el punto de vista que consideramos más adecuado como, por ejemplo, destacar la
empleabilidad y los salarios de las carreras científicas, sino que habrá que adaptar
nuestras actuaciones para hacerlas realmente efectivas. En el caso anterior se amplía
el público objetivo no sólo a los estudiantes sino también a su entorno
familiar o como veremos en el siguiente ejemplo, quizás sea necesario adaptar
las titulaciones científicas para que sean realmente atractivas para nuestro
público objetivo.
Dan Ariely es uno de los más famosos investigadores y divulgadores del ecosistema de Behavioral Science o Ciencias del Comportamiento y en una charla relativamente reciente comentaba algunas actuaciones que está realizando, conjuntamente el gobierno israelí para potenciar las vocaciones científico-tecnológicas en las mujeres. En este video de sólo 6 minutos (a partir del minuto 29 y 15 segundos) puedes ver un experimento que permite enfocar el problema de forma diferente:
1º ¿Conocer cuál es el mayor inconveniente a la hora de iniciar una carrera científica o tecnológica?: La respuesta más repetida es que a priori este tipo de carreras parecen muy difíciles. Las chicas optan por esta respuesta con mucha mayor frecuencia que los chicos.
2º Para verificar si es muy difícil o no “obliguemos” a que los estudiantes prueben, por ejemplo, un breve curso de informática y decidan por ellos mismos si las carreras tecnológicas son tan difíciles cómo pensaban. Esto no supone una novedad,desde hace años se hace y actores tan cualificados Google o Microsoft, por ejemplo, promueven iniciativas en este sentido, aunque lo que no es tan habitual es medir los resultados que esta iniciativa generó. En el caso de los chicos, apenas tuvo impacto, pero en caso de las chicas ¡el impacto fue negativo! ¡Resulta que una de las acciones que más repetimos no ayuda, sino que empeora el problema!
3º Analizar porque el resultado es negativo para las chicas:El curso había cumplido con su cometido, el porcentaje de chicas que pensaban que iniciar una carrera de informática sería más fácil de lo que anteriormente pensaban se incrementó, ¡pero había un efecto secundario! ¡Muchas chicas dejaban de estar interesadas en una carrera tecnológica porque les parecía tremendamente aburrido como para dedicar su vida a ello!
4º ¿Cómo transformar en atractiva una carrera tecnológica?: Los intereses de las chicas estaban más asociados a grados relacionados con el diseño, la salud, la educación, …por lo que era necesario diseñar acciones para que las estudiantes asociaran el desarrollo futuro de esas disciplinas con la tecnología y vieran en la tecnología un “habilitador” de sus intereses.
5ª ¿Cuál fue el resultado?: La predisposición de las chicas a iniciar carreras tecnológicas se incrementó un 20% sobre sus preferencias iniciales después conseguir relacionar los intereses de las estudiantes con las herramientas que la tecnología puede brindarles.
En
definitiva, merece la pena pararnos a reflexionar si tiene sentido continuar
invirtiendo recursos en lo mismo que hacíamos hace 25 años (ahora en formato
digital) y que parece haber funcionado regular o si por el contrario es más
adecuado invertir en otras estrategias, como los ejemplos que acabamos de ver, que,
aunque más laboriosas, se adaptan mejor al entorno, comportamiento, sesgos,
temores y proceso de decisión de nuestros estudiantes.