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13 Sep

La legislación medioambiental y el mundo rural. El efecto expulsión

Jose Luis Calvo, Dr. del Observatorio de la Conducta, propone en este clarificante artículo que, frente a las decisiones legislativas actuales sobre la materia, sería preferible optar por un enfoque menos racional, si queremos combatir el triste fenómeno del medio rural a punto de extinguirse.

Como muchos de los españoles de mediana edad, soy un ciudadano procedente del campo. Es decir, que si bien he nacido y vivo en una gran ciudad, mis orígenes están en el medio rural. Procedo de una familia de pequeños agricultores leoneses y he tenido la gran suerte de que mi niñez y mi juventud más temprana se distribuyesen entre los estudios en Madrid y cerca de cuatro meses al año en Benavides. Allí fui un campesino más: saqué remolacha, coseché todo tipo de cereales y hasta cultivé y “pelé” lúpulo. Así que la vida en el medio rural y las faenas agrícolas no me son ajenas.

En lo que va de siglo nuestra visión del mundo ha cambiado radicalmente. Nos hemos dado cuenta de que de continuar con los actuales niveles de crecimiento y consumo el planeta podría desaparecer. Hemos tomado conciencia del cambio climático, de la lluvia ácida y en general de los problemas medioambientales que los seres humanos “civilizados” estamos generando y que ponen en peligro incluso la existencia futura de la humanidad. Por eso hemos diseñado y puesto en marcha políticas para proteger el Medio Ambiente.

En su libro “The Moral Economy. Why Good Incentives Are No Substitutes for Good Citizens” Samuel Bowles (2016) nos señala que a veces decisiones políticas correctas desde un punto de vista de la racionalidad económica pueden ser contraproducentes. Que el sistema de multas e incentivos puede no ser el adecuado y que, incluso, puede generar un efecto expulsión -“crowding out”- que sustituye reglas morales por precios. Casos como los de los bomberos de Boston, que se sintieron ofendidos por una decisión económica que ponía en duda su honestidad y profesionalidad, o el de la guardería de Haifa, donde una multa por llegar tarde fue interpretada por el precio que tenían que pagar los padres porque sus hijos estuvieran “un rato más en el colegio”, están recogidos junto con otros muchos en el citado libro, y son excelentes ejemplos de esa expulsión/desaparición de reglas morales que habían pervivido en la sociedad durante mucho tiempo y su sustitución por precios.

Algo similar parece estar sucediendo en el medio rural español. Una normativa medioambiental diseñada en los despachos de Bruselas, Madrid o Valladolid por burócratas que ven el campo como el lugar en el que ir, hacerse el selfi y regresar del fin de semana, está poniendo en dificultades toda una cultura ancestral. Ejemplos como el de las denuncias porque los gallos cantan a “deshora”[1], políticas de protección de los lobos -animales carnívoros que sí o sí se van a alimentar de los rebaños- que no están compaginadas con la protección a los pastores -no solo es dinero sino equidad-, o espacios protegidos que obligan a construcciones inasumibles económicamente -me comentaba un amigo que ahora para construir una nave para vacas en su pueblo, como es espacio protegido, debe ser de piedra, con las puertas y ventanas de madera y el techo de pizarra; que una colmena debe estar a más de 500 metros del núcleo urbano y a más de 1.000 si quiere que sea ecológica…-, hacen que la vida en el medio rural se esté volviendo cada vez más difícil y que la relación entre ecologistas/urbanitas[2] y campesinos/ecologistas reales, también se esté complicando.

Si queremos que la España despoblada vuelva a estar poblada, si deseamos una recuperación de la vida en el medio rural, es imprescindible escuchar a quienes viven allí y diseñar las políticas en función no solo de proteger el medio ambiente, sino de salvaguardar la vida de los campesinos. Políticas/legislación que no tenga en cuenta sus intereses provocarán ese efecto expulsión que nos llevará a una mayor despoblación y a una relación campo/ciudad cada vez más tensa. Y, aunque la tecnología va a ir mejorando continuamente, no estoy muy confiado en que las impresoras 3D vayan a imprimir patatas, cebollas, pimientos, pollos… 


[1] https://www.abc.es/viajar/noticias/abci-queja-viral-pastor-para-vienen-turistas-pueblo-si-molesta-canto-gallos-201905081234_noticia.html

[2] La sede de PACMA está en Preciados nº 11, en pleno centro de Madrid

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Comments

There are 2 comments on this post.

  1. Joaquín

    13/09/2019

    Responder

    Un caso muy claro donde se mezclan consideraciones morales y económicas y de regulación pueden ser las externalidades negativas ligadas a nuestros vehículos; justo hoy capturo en twitter, de @jlfuenteoc1, el artículo respecto del fracaso de la política italiana de bonus / malus, según el cual la demanda de vehículos contaminantes no se afecta por la tasa aplicada; incluyo también el artículo que describe las medidas.
    Básicamente pareciera que el comprador de vehículo contaminante se viera liberado de la restricción moral, (tras la ecotasa, la demanda aumenta en este tramo de vehículos).
    Si es verdad que aumenta la demanda de cierto tramo de vehículos no contaminantes con la bonificación, pero no parece bastar para reducir las emisiones globales, que sería el objetivo.
    Realmente, el artículo plantea quien impone la regla moral, el regulador (que debería ser mucho más audaz por lo tanto en las medidas) o el individuo, (aunque pague por ello).
    https://www.enelx.com/es/news-and-media/news/2019/01/ecobonus-ayudas-vehiculos-electricos-2019
    https://mondoelettrico.blogspot.com/2019/09/una-domanda-di-chi-e-la-colpa-di-parte.html?spref=tw

    • Mercedes Dieguez

      13/09/2019

      Responder

      Gracias Joaquin por tu interesante comentario. A propósito de bonus, os recomiendo leais el articulo que hoy se acaba de publicar en el blog sobre el tema.

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